El colombiano es el comodín de Gallardo en River…
En un universo paralelo donde los futbolistas son piezas de rompecabezas y Gallardo es el digno diseñador de un Tretris futbolero, Kevin Castaño ha llegado a River como el eslabón perdido que conectará la constelación de jugadores. Su debut fue tan prometedor que podríamos suponer que ya estaba instalado en el software Riverplatense antes de salir del huevo. Parece que este hombre tiene más capacidades de encaje que un bloque de Lego en una convención anual de constructores.
Castaño, cual rayo de luz tibetano en pleno Monumental, se mostró capaz de correr más que un hámster sobre cafeína en una rueda eterna. Su papel de mediocampista llegó a ser tan perfecto como un pancho bañado en lluvia ácida: incomodó a los rivales, distribuyó como un dilecto pizzero y rompió líneas como si estuviera practicando para el próximo remake de Indiana Jones. Todo mientras se destacaba en su rol multiuso de atacante-defensa-illusionista, de esos que parecen sacados de un laboratorio de experimentos futboleros.
Este colombiano, con un poco de jet lag que sólo enfrentaría a un hombre del tiempo experimentado, ya es todo un hit en las tierras de Shakira y café. Ha traído su baile caribeño y fútbol de la galaxia del caviar ruso a los céspedes del Monumental, mientras arregla y apaga los fuegos artificiales del público con cada pase mágico y sonrisa galáctica. Parece que cuando Gallardo necesita un comodín, sabe dónde buscarlo: en el corazón de Kevin Castaño, el nuevo orden del rompecabezas millonario. ¡Ojalá la dinámica dure más que una temporada de telenovela venezolana!