La increíble búsqueda de River por goles desaparecidos…

Marcelo Gallardo ha decidido convertirse en una especie de maestro zen del fútbol argentino. Armado con paneles acústicos y mantras de calma, ha convertido la concentración de River en un spa futbolístico donde el ruido de las críticas es como el sonido de un mosquito en el Everest. El Muñeco tiene la rara habilidad de eliminar la negatividad como si de un exorcista del mal futbolero se tratara, porque si uno duerme bien, oye menos el murmullo.

River parece estar en una crisis goleadora digna de una película de detectives. El balón de gol, como si fuera un arqueólogo con mucho tiempo libre, ha decidido escarbar en la tierra y esconderse bien profundo. Gallardo, cual Don Quijote luchando contra los molinos de vientos goles, ve con ojo clínico que hay señales de vida en el juego, algo así como los brotes verdes que mencionan cuando quieren vender un terreno baldío. ¡Es cuestión de tiempo, hora, y por qué no, unos buenos mates!

Así que, con la destreza de un chef en un programa de cocina, Gallardo sigue buscando la receta mágica. ¿Penales? Ah, mejor reservarlos para cuando el arquero no esté vestido de superhéroe. A todo vapor, este River busca enchufarse a un cargador de goles y gritar como si se hubiese inventado una nueva versión de La Máquina. Entre tanto, lo que nos queda es surfear la ola de la histeria, ese arte contemporáneo que el Muñeco pareciera dominar con gracia y pilates. ¡Al Monumental, que con tres goles un fin de semana alcanza para tachar todas las listas de tareas negativas!