La joya argentina que deslumbra a Europa…

En una mezcla de samba, tango y chacarera, el joven de nombre largo y velocidad corta, Franco Mastantuono, se ha convertido en la sensación más irresistible que River haya visto desde que el Monumental fue peinado por última vez. A sus 17 años, ya está en la boca de Claudio ‘El Chiqui’ Tapia, como quien cuelga una súper estrella Michelin en un choripán de cancha. El Chiqui, entusiasmado, hablaba del poderío terrenal del pibe, como si viniera de un planeta donde los jugadores no usan botines, sino cohetes en los zapatos.

Uno se pregunta si en lugar de un contrato juega con un pergamino antiguo. Es que Tapia, siempre con su lista de sabios principios argentinos, decreta que los clubes deben ceder estos talentos a la Selección con la obstinación de un heladero en verano, diciendo que en Argentina la obligatoriedad es como el dulce de leche en la heladera: innegociable. Y Mastantuono, que brilla más que un billete nuevo, es el brillo de una moneda que no se devalúa ni aunque patee desde la Estratósfera.

En el empate contra Talleres, el pibe de Azul la rompió. Ocho gambetas dignas de un mago, 13 peleas ganadas como si fuera un boxeador con botines y un total de 82 toques de balón, casi pareciendo una orquesta que nunca desafina. Es el jugador que provoca que los arcos tiemblen desde lejos. Incluso los arqueros, como Guido Herrera, acaban viéndolo como un conjuro imposible de descifrar. Con apenas 17 años, Mastantuono ya ha reducido a todos, desde entrenadores hasta defensores, a un montón de impávidos testigos, dejando claro que el futuro de la pelota argentina pasa por sus pies.