El superclásico se juega en las estrellas…

Imaginemos el Monumental transformado en una arena intergaláctica, donde los planetas giran a la velocidad de un Riquelme corriendo para alcanzar el colectivo 60. Eso nos dice el astrólogo de Boca, Giorgio Armas, que predice un superclásico con tanta fricción y tensión que ni un churrasco quemado en la parrilla del domingo lo podría igualar. Marte, con su capa roja ondeando, influye en el árbitro cual desafiante mago Merlín, haciendo que cuando silbe, se escuche un tango desafinado. Y, ay de mí, cuando predice una de esas “boludeces” en las que Boca se especializa, como cuando olvidan que la pelota es redonda y se lanzan en su búsqueda como un loco confundido.

Las camisetas son el siguiente capítulo en este culebrón cósmico. Armas hace un guiño a su propio mito urbano pidiendo a Boca que se vista de rojo, porque ese color está apadrinado por el destino. Pero, como si el tío Sam en persona hubiera hecho las reglas, Boca seguirá de azul y oro, mientras River parece tener la fortuna repartida como si les hubieran bendecido con la varita de una hada madrina con resaca.

Finalmente, el astrólogo, cual chamán digital en tiempos de wifi, nos dice que Fernando Gago podría ser el Yoda del superclásico, pero Edinson Cavani, nuestro Jedi estrellado, pide a gritos que alguien le limpie el aura y le devuelva el gol, así como un anciano pide su bastón cuando lo pierde. Aunque las estrellas digan que no se jugará una final, a los hinchas y jugadores de Boca les pide contundentemente que se abstengan de hacer “boludeces”, que en este caso sería más el Quijote peleando contra molinos que futbolistas jugando al fútbol.