Tennis y fútbol: un romance monumental…

¡Que se detenga la rotación de la Tierra! Porque en Argentina no se habla de otra cosa que del superclásico. Los pájaros trinan, los autos tocan bocina, hasta los gatos maúllan con acento millonario tras la última victoria de River sobre Boca en el Monumental. Como si no alcanzara con incendiar la bombonera, el plantel de Gallardo sale a festejar la conquista como si hubiesen descubierto el secreto de las medias amasadas de la abuela.

Pero no termina ahí, mis amigos. ¡No Señor! Valladolid es un poroto al lado de esta historia. Resulta que hasta la élite del tenis argentino está embuida en esta euforia futbolera. Guillermo Coria, el mago de las bolas amarillas, junto con su hermano Federico, decidieron que las raquetas eran demasiado aburridas y se enfundaron camisetas riverplatenses, como si estuvieran listos para lanzarse a la cancha en un cambio de último minuto. ¡Y vos te preguntabas cómo sería un mix de tenis y fútbol!

Entre selfies y alaridos de euforia, Coria, el Cirque du Soleil del tenis nacional, no se contentó con ser espectador. En su cosmogonía galactofutbolera, Gallardo es el Dalai Lama de Núñez y Franco Mastantuono, un jugador imaginario del pasado, es su espíritu afín, como si se tratara de una novela pulp de los años 50. Y así, mis amigos, en esta Argentina donde el fútbol se juega hasta sin pelotas, el amor incondicional se da hasta con una raqueta bajo el brazo.