El Muñeco y su amor por el Banco Millonario…

¡Había fiesta en Núñez y no era por una cumbiera! Gallardo, con la sonrisa de un gato que se comió una caja entera de canarios, dejó una conferencia post superclásico que todavía resuena como un acordeón desafinado en La Boca. Esas dos pepas a Boca fueron como encontrar la figurita que te faltaba en el álbum: puro jolgorio. Y mientras en La Boca se escuchaban grillos, el barrio de la banda roja parecía un carnaval carioca anticipado, con Gauchito Gallardo al mando, haciendo malabares con pizzas de muzzarella.

El hombre que hace de los campeonatos un menú de tres pasos aseguró que el Monumental es su casa, el pergamino de su vida y el gallinero que lo hizo leyenda. Y a 49 días del Mundial de Clubes el Muñeco quiere medirse contra los Urawa Red Diamonds, que suenan más como una banda de rock que un equipo de fútbol. Pero ojo, Gallardo aspira a ser el unico técnico que te recibe a la tarde en su casa, te da tortas fritas, mate y aún así te manda eliminado a casa.

Es que en el Monumental, las miles de almas están a punto de reventar como cotillón puerta de cancha. Gallardo es feliz: el estadio vibra como un lavarropas mal cargado, y cada encuentro es una vértebra más a su columna de éxitos. Mientras otros arrugan como camisetas al fondo del closet, el Muñeco sigue estirando el historial contra Boca como si estuviera inflando un globito con helio. El hombre es sinónimo de River, como las medialunas a un desayuno porteño: simple, delicioso y absolutamente esencial para empezar el día con una sonrisa amplia.