Felices como perro con dos colas…

El fervor riverplatense se desató en Guayaquil de una manera que ni las iguanas locales vieron venir. No más bajó del avión, el plantel de River fue recibido con tamaña ovación como si los Beatles hubieran vuelto, pero con la banda de Gallardo. Cerca de 100 hinchas con bombo y platillo armaron un carnaval rojo y blanco digna de un carnaval carioca, mientras a lo lejos un gallo cantaba “Olé, olé, olé, Gallaaarrdo” a pura sinfonía desafinada, pero sentida.

Los jugadores, convertidos en una mezcla de estrellas de Hollywood y misioneros futboleros, repartieron selfies y autógrafos a lo loco. Parecía una obra teatral en la que las firmas llovían más que en una noche de tormenta en Buenos Aires. Gallardo, Mastantuono, Enzo Pérez y Montiel fueron los más solicitados, como si de superhéroes modernos se tratara. Los hinchas, con la misma devoción que un perro le tiene a un hueso, cantaban “¡Quieeeero la Libertadooores!” como si de un himno nacional se tratara.

El espectáculo fue un deja-vu rutinario en cada rincón donde River pone un pie, ya sea en el quinto patio o en la ciudad más lejana del globo. Montiel, que hasta firmó camisetas a jóvenes de la “Banda” ecuatoriana, demostró que, entre eslóganes, abrazos de gol y banderazos, ningún rincón del planeta es inmune al encanto de los hinchas del Millonario. Y así, con la sonrisa de quien se ha comido una golosina prohibida, River se adentró en la noche guayaquileña dejando una estela de pasión que ni el mejor tanguero podría haber coreografiado mejor.