El primer superclásico de handball con final de locos…
¡Atención, damas y caballeros del mundo del deporte! Este viernes fue un día tan histórico que ni el dinosaurio más vago se lo perdería. Y es que River y Boca, esos dos gigantes que suelen chocar en el césped, decidieron saltar a la cancha «olímpica» de handball. Vamos, ni Indiana Jones en su búsqueda del arca perdida tuvo tanta emoción. Con banderas más grandes que un brazo de Popeye, el Parque Olímpico parecía una verbena futbolera. Ahí en medio, mientras las pasiones chocaban como trenes argentinos, los hinchas de River coreaban “¡el que no salta, murió en Madrid!”, provocando un mar de chispas en el aire.
El que se llevó la apuesta, acompañado por una dramática fuga digna de una telenovela, fue nada menos que River Plate, con un puntaje de 27-24. Bautista Gallardo, con su apellido tan legendario que hasta el sol se sonroja, fue el héroe del momento, anotando el gol final con tal gracia que el arco de Boca todavía se está preguntando qué pasó. El partido fue un carnaval de empujones, miradas que cortaban el viento y, para colmo, un clima más tenso que un partido de naipes en el Far West.
Con un estadio tan moderno que haría palidecer al mismísimo NOA, y una multitud que no sabía si mirar o llorar de emoción, el duelo pintoresco terminó con River alzando los brazos. Han llegado nuevos tiempos al Parque Olímpico, y esta vez el handball parece haber robado el show. La pregunta ahora es: ¿será el deporte de la próxima centuria una partitura de esto o es solo el comienzo de una nueva era de locuras deportivas? ¡Quién sabe! Pero mientras tanto, que siga el baile, que el superclásico de handball ya tiene dueño.