La magia del Muñeco se fue de vacaciones…
Dicen que Marcelo Gallardo anda buscando su aura más que un mago olvidando el sombrero. En la cancha, con cara de haber comido el sandwich más seco de la historia, el Muñeco masticaba bronca mientras recordaba tiempos donde la victoria y él hacían un dúo inseparable. Su travesía en Arabia Saudita, donde jugó al ‘adivina quién está en crisis’ con Benzema, fue solo un aperitivo de los desastres que el destino tenía preparados. El ADN ganador de su primer ciclo parece haberse ido de campamento, pero esta vez sin GPS y sin brújula.
En el Mundialito de Clubes, River jugó como si estuviera participando en una competencia de cabezas de fósforo en base al rendimiento capilar de sus delanteros. La lesión de Driussi fue el equivalente a intentar hacer malabares con tortugas, y sin Enzo P ni esos poderes místicos del pasado, competir fue como tratar de bailar tango con un caracol. Borja, en su propia liga de fútbol invisible, dejó una temporada de memes listos para cada contratiempo. Si hubieran jugado al escondite, seguro salían campeones.
Para rematar, Martínez Quarta jugó a la lotería de las expulsiones y ganó con el número premiado. Digamos que River jugó este Mundialito con el mismo temple que el pan sacado de la heladera para tostar: tarde, frío y sin ganas. Gallardo, entre susurros de disculpa y deseos de fin de año, aún intenta recuperar ese halo perdido, tan esquivo como un pibe vendiendo empanadas los lunes. Ahora, a los hinchas les queda soñar con que el aura del DT se recicle para la Libertadores cual botella de plástico. Porque hablando de aura, ya sabemos: el Muñeco no pierde las esperanzas, pero sí el WiFi de la suerte de vez en cuando.