Armani tranquilo y sin dramas por Cavani…
Imaginemos a Franco Armani, armado con la serenidad de un monje tibetano y los reflejos de un gato ninja, parado firmemente bajo los tres palos en Ecuador. Allí está el Pulpo, mientras el mismísimo Edinson Cavani se queda en casa con su alma enyesada por una lesión que ningunea el superclásico como si fuera una telenovela aburrida. “Nos fijamos en nosotros, no en el menú del rival”, decía Armani, que parece que en vez de un arquero, es el Dalai Lama del arco.
En La Boca, la suela derecha de Gago da vueltas cual trompo al enterarse de que Cavani tomará un merecido descanso dominical. Armani, por su parte, evita el drama tipo obra de teatro griego y se concentra en el partido que les espera. “Recuperarnos bien” dice, como si el superclásico fuese una medalla olímpica. Pero lo cierto es que, sin importar las alturas de Quito o la ausencia del Uruguayo, los tiros al arco no se patean solos.
Mientras tanto, en Argentina, los hinchas de River están más nerviosos que perro en cancha de bochas. Pero Armani, quien tiene brazos elásticos que desafían las leyes de la física, extiende su brazo izquierdo para robarle protagonismo a los goles y arañar el milagro con el caño al instante. Y así, el Halcón de Casilda – lejos de cualquier tragedia – sigue escribiendo su propia ópera épica en el monumental y absurdo mundo del fútbol.