La hinchada en carnaval y el equipo en pausa…
¡Atención, atención! Los hinchas de Boca y River decidieron que el Mundial de Clubes no se iba a perder ni una sola corchea de sus coros mientras el juego real tomaba un sorbo de mate estirado en la reposera. Se armó tal carnaval en las tribunas que parecían estar grabando una telenovela bahiana mientras el balón pasaba desapercibido, sin pena ni gloria. Con más de 40.000 riverplatenses colonizando Seattle y casi 50.000 xeneizes conquistando Miami, el público fue el verdadero protagonista del campeonato; aunque, lamentablemente, la película futbolística no tuvo final feliz.
River, que llegó a lo grande, se abrió paso en su grupo con la expectativa de un superhéroe que olvidó la capa en el lavadero. De vuelta a su banqueta de derrota tras un duelo con Monterrey, el Millo armó sus bolsos en tiempo récord y regresó, al mejor estilo de un corredor de 100 metros tirándose del trampolín equivocado. Boca, por su lado, venía aguantando hasta que un equipo neozelandés lo dejó marcado por un resbalón jamás antes visto, como si el mismísimo Auckland hubiese lanzado una pócima secreta de cómo desmontar al gigante.
Mientras tanto, en Brasil, los equipos ríen a carcajadas, pensando que están en una película de ciencia ficción donde los argentinos son extraterrestres despistados. Millonarios y Xeneizes, con presupuestos más perfectos que los de una peli de Hollywood, despilfarraron recursos cual niño en juguetería. Y es que la cuestión reside en saber armar la maquinaria perfecta: un lío que últimamente ni Messi con sus mejores gambetas puede resolver. Y así, amigos, con el Mundial continuando en una galaxia, nuestros equipos se resignaron a la vista en HD desde casita.