La obra maestra de Borja en Guayaquil…
¡Atentos, hinchas del Millo! Miguel Ángel Borja está tomando apuntes de un libro de arte moderno para fusionarlo con su propia técnica futbolística. Dicen que ya no solo es el goleador ocasional, sino también el Picasso del equipo. Este nuevo Borja no se mide solo por goles, sino por su teatralidad futbolística. En Guayaquil, decidió sentarse en el banco como un director de orquesta, esperando el mejor momento para entrar en acción y revolucionar el partido.
En medio de una situación digna de una telenovela, Borja decidió que no era hora de tirarse al piso como si fuera un actor de Hollywood rechazando un Oscar. Contra Vallecilla, el colombiano luchó como si estuviera en medio de una serie de acción, y su asistencia a Mastantuono fue como una pincelada final que transformó un gol decorativo en una obra de arte maestra. Su celebración fue una danza que mezclaba samba, tango y algo de cumbia, difícil de replicar.
La revelación llegó en el Banco Pichincha, donde Borja demostró que es más que un delantero finiquitador. En ese campo, sus mapas de calor parecen más bien una pintura abstracta de Kandinsky mezclada con algo de arte callejero: dominó el área, las bandas, hasta el mate de los alcanzapelotas. Lloró de alegría luego de enfrentarse a Vélez bajo la lluvia realizando un penal a pura emoción, una escena digna de una película épica romántica. Claramente, este Borja es un Colibrí que decidió volar a lo más alto del Monumental.