El limbo del pibe antes de su debut galáctico…
En una épica como de telenovela, Franco Mastantuono abandona River Plate como un superhéroe que deja su capa en el ropero. Acompañado de su compatriota Lucas, hijo del agente secreto del fútbol Walter Tamer, el pibe recorre las calles de Seattle. En ese turismo express entre la niebla, como quien busca un café con leche perfecto, los hinchas de River le piden selfies tan tímidamente que parecen intentando fotografiar un unicornio. Y aunque su despedida es más amarga que mate con limón, los sueños del adolescente se cocinan en el microondas de la fama: ¡Va directo al Real Madrid!
El pibe Mastantuono, que a su corta edad ya tiene un currículum más largo que la lista de precios del almacén de la esquina, sabe que el futuro le depara un baño de golazos en el Bernabéu. Los hinchas de River esperan en cámara lenta su regreso triunfal, aunque suene a ciencia ficción. Como un perfume de gol frente a Boca que se diluye con el tiempo, su adiós deja un hueco en la vidriera del Monumental. Pero no importa, porque el 14 de agosto, cuando sople las velas, el deseo más grande será más alto que las Torres Gemelas de gol: ser la nueva joya blanca en la corte galáctica de la capital española.
Mientras tanto, para pasar el rato, Mastantuono se convertirá en una especie de billete volador de 45 millones de euros, la cifra más alta tirada en River desde que el fútbol es redondo. Ya palpita su llegada en España, con más emociones que una final de Libertadores, y aunque el futuro es una gran incógnita, su historia promete ser más larga y llena de aventuras que las sagas de Star Wars. Adaptándose a las nuevas coordenadas, la joya del fútbol argentino está lista para brillar, pero sin olvidar jamás de dónde viene.