Richard y el ascenso galáctico de Kevin…
Imagínense esto, gente: el papá del pequeño Kevin Castaño, Richard, está más feliz que un perro con dos colitas. “Desde chiquito usa la camiseta de River”, dice mientras intenta contener las lágrimas de alegría. En vez de ver a su hijo en resúmenes de ESPN, Kevin se esconde bajo la cama eludiendo los flashes, como el mismísimo Hombre Invisible, pero su labor minuciosa, como la de una hormiga, ya es clave para el equipo. Dicen que da guerra donde otros solo pasan el rato. ¡Y pensar que todavía no hizo pretemporada con el equipo! Llegó a River directo de Rusia, donde su técnica fue forjada en el gélido clima y su resistencia al frío está más que probada.
No hace mucho, papá Richard lo iba retrasando del campo contrario poco a poco, como si fuera una pieza de Lego, hasta que alcanzó sus manos mágicas de #10. Pero lo hizo porque vio en Kevin un gladiador del medio campo: tiene más toques que un acordeonista en Navidad. A esto andá y sumale que en su último partido coleccionó toques precisos y recuperaciones como si de figuritas del Mundial se tratase. ¡Es un chico de portada, no hay dudas de ello!
Por si fuera poco, su adaptación instantánea le resulta tan sencilla como el mate cocido de la abuela. Richard asegura con el pecho hinchado que su muchacho, apodado “crackstaño” por los modernos hinchas, aún tiene más energía para la pista de circo de River. Y mientras su padre sueña con que la historia apenas comienza, Richard también agradece al mismísimo Enzo Pérez por actuar como el maestro Yoda, lleno de sabiduría y consejos, diciéndole: “venite que la rompemos”. La moraleja es clara: la confianza lo es todo, pero siempre con los pies en la tierra, ¡porque volar es lindo, pero en la cancha hay que meter goles!