Un cómico homenaje a Franco Mastantuono…

Hernán Díaz, el colosal exfutbolista que con 422 batallas épicas en River se ganaría la admiración de Hércules, ha salido de su cueva de la calma con la tranquilidad de un yogui meditando en la cima del Himalaya. “Mastantuono tiene el jamón crudo en la zurda y una sonrisa digna de un anuncio de dentífrico”, cacareó el Hormiga, comparándolo con un croissant con choripán. Este joven prodigio de 17 años parece tener el don de haber sido tocado por la varita mágica de una abuela que hace el mejor locro de la galaxia. Aunque los tatuajes en su cuerpo digan “sólo juego como quiero”, su ascenso de la Séptima hasta la Quinta es un cuento épico digno de un cómic de superhéroes.

Mientras tanto, Hernán, con el agudo ojo de un comentarista de radio AM un día de lluvia, asegura que Gallardo, el aquelarre del fútbol, podría sentarse entre los cinco mejores técnicos del planeta tierra, siempre y cuando no haya competencia con algún pequeño club de Marte. En su época de jugador, el Muñeco tenía la audacia de un niño al que le prohibieron jugar en el barro, pero aún así siempre volvía embarrado. “El mejor entrenador de la historia de River”, sentencia Hernán, como si le hubieran ofrecido un mate bien cebado.

No todo es risas en el mundo del fútbol; Hernán, sacando pecho como un gallo en un corral cualquiera, recuerda admirado a Passarella. “Si me hubiera dicho que me tirara de un séptimo piso, yo hubiera saltado, pero con paracaídas y todo”, afirma, mientras el presidente de River se sonroja como un tomate cherry en el mercado. Así, entre bromas, palazos y analgésicos para no quebrarse de risa, el Hormiga no deja de alabar a sus camaradas, sosteniendo que River no sólo es fútbol: es una filosofía impregnada en los escalones de su monumental estadio, tan gigante que hasta los dinosaurios la respetan desde el Jurassic Park.