La fiesta del cañonazo desvanecida…

Ah, el fútbol, una obra maestra de la improvización, como pintar un cuadro mientras saltás en una cama elástica. Y así fue el cañonazo de Bustos: un bombazo directo al ángulo que dejó a Ledesma buscando la pelota como si fuera un drone en Marte. Todos se abrazaban y él festejaba como si tuviera el premio gordo de la Lotería de Navidad… hasta que el VAR se convirtió en el Grinch del fútbol y se lo llevó volando.

Todo comenzó en el círculo central, donde Rak, con la elegancia de un elefante en una tienda de porcelana, empezó la jugada. Miloc recibió el balón, pero el colombiano Castaño apareció como un ninja hambriento y se lo arrebató. Driussi, haciendo malabares como nunca, la pasó a Bustos que, cual cóndor en picada, clavó el golazo. Pero Zunino, más desconfiado que una abuelita chequeando el vuelto, tuvo una conversación secreta con el VAR y decidió que Castaño había empujado al pobre Miloc.

¿Y qué pasó? ¡Anulado! El rugido de las tribunas se quedó en eco. Bustos, con el corazón partido como si le hubieran pisado la tortuga mascota, tuvo que guardarse su primer gol en River en el bolsillo de los “cosas que podían haber sido”. Al fin y al cabo, el VAR es como esa aplicación que de repente actualiza y te deja todo patas arriba. ¡La tecnología del siglo XXI, señoras y señores!