Mastantuono: de sueño a realidad monumental…
Imagínense a Franco Mastantuono, un pequeño torbellino de sueños futboleros, ingresando al Monumental por primera vez. Era como si hubiera entrado al área mágica de Harry Potter, pero en lugar de hechizos, se encontró con dos colores: rojo y blanco. Su cara, tan expresiva como las muecas de un pato mareado, era el retrato de alguien descubriendo que los unicornios tal vez existan, y se llamen Monumental. En compañía de una amiga con cámara en mano, Franco vió el pasto como si fueran las colinas más verdes de una película de fantasía. ¡Qué afortunado el césped de tener tanta atención de ese futuro crack!
Por aquel entonces, el Monumental aún tenía pista de atletismo y césped vintage, una reliquia, ¡casi una máquina del tiempo! Nadie, ni el propio Franco, sabía que ese lugar testimonia el nacimiento de una leyenda viviente y churrasquera, cuyo destino estaba escrito en letras doradas y pollera (¡de fútbol, eh!) para ser el goleador sub 18 de modélica carrera. Ahora, hasta el Real Madrid mira con curiosidad, pensando en el próximo galáctico que lanzará disparos de gol tan precisos como si les pusiera GPS.
Mastantuono es ahora nombre de tapas en Argentina y en España, como si fuera la nueva receta secreta de la Coca-Cola. Hasta el mismísimo Diario As sucumbió a sus encantos, presentándolo como el Messi de las mixturas cosmopolitas. Pero quién le quita lo bailado, y es que para Franco, su primer amor no es ninguna chica ni equipo europeo: es ese Monumental que lo vio crecer, como una abuela nos ve ir a comprar el pan.