El Capitán Irreemplazable del Superclásico…
Enzo Pérez, que a sus 39 primaveras es el flamante Peter Pan de Nuñez, volvió a demostrar que el tiempo tiene miedo de tocarlo ni con un palo de escoba. El tipo parecía una nube de mariposas en un jardín botánico, revoloteando por todo el Monumental, haciéndose dueño y señor del césped con zapatillas mágicas. Boca sintió que jugaban contra la reencarnación de Matusalén con botines y técnica de PlayStation.
El hombre de Mendoza corrió para todos lados con la vitalidad de un adolescente el día que estrena camiseta nueva. Enfrentó a Kevin Zenón en un duelo digno de Matrix, esquivando un contragolpe que amenazaba con transformar el Monumental en una atracción de parque de diversiones. Con la tranquilidad de un abuelo en la plaza, lo llevó de paseo afuera de la cancha y desactivó la jugada como si desarmara una bomba de chicle.
Tal vez el DNI diga otra cosa, pero cuando suena el silbato, Enzo Pérez es un león rugiente en la cancha. Alguien debería ofrecerle un contrato para Pelotón de demolición, porque derrumba aspiraciones rivales como castillos de naipes en una tormenta. Enzo es inmortal, y las trompetas lo supieron antes que todos. Alguien que avise que ningún partido es un superclásico sin un capítulo más del libro épico de Enzo.