Lima como escenario de epopeyas y catástrofes…

Así como el guiso de mamá cada domingo al mediodía, la final de la Copa Libertadores es el plato fuerte que todo jugador sueña con probar. Y esta vez, la cucharada se dará en Lima, la majestuosa capital de Perú. El presidente de la Conmebol, Alejandro ‘Instagrammer’ Domínguez, anunció que la cita será el 29 de noviembre de 2025. Pero todavía no se sabe en qué olla de presión se cocinará este show: o será el Monumental de Lima, que en un asadito entran 80 mil, o el Nacional, que con su ‘pequeño’ aforo de 43 mil, también quiere meter cuchara.

El Monumental de Lima es como esa tía abuela que te pellizca las mejillas: ya es tradición en la familia del fútbol argentino. Allí, el River de Gallardo sintió el crujir de la corneta del apocalipsis cuando Gabigol, ‘el niño terrible’, les arrebató la gloria en 2019 (¡con dos goles al hilo!). ¡Un golpazo digno de novela! Vélez, por su parte, siempre se lleva el postre: victorias dulces como alfajores en tres visitas. Pero River no quiere ser el primo que siempre pierde; está empeñado en cambiar esa historia de terror.

El Nacional de Lima es otro escenario de culebrones argentinos que se cuentan tomando mate amargo. River parece ser el gigante dormido en este coloso: entre empates y una victoria, al menos no le va tan mal. Racing y Colón ya se afeitaron en seco a sus rivales, mientras Boca prefirió una siesta 0 a 0. Por lo visto, los estadios limeños son la cancha del barrio grande que espera que los argentinos dejen de tropezar con las mismas piedras, ¡o en este caso, con las chalas del campo!