El arte de encontrar brotes verdes en el desierto…

En el aquelarre futbolístico del Monumental, donde las medias se transforman casi en barricadas y el arco en un blanco imposible de alcanzar, emerge el genio de Marcelo Gallardo. El “Muñeco”, con su convicción más sólida que las paredes del estadio, ordena a su equipo con la precisión de un artesano del renacimiento. Cuando el resto veía un páramo más desolado que una ensaladita de lechuga del barrio, MG se puso los binoculares y dijo “¡Ahí hay futuros girasoles!”. Y ¡zas!, brotaron.

Es que el plantel de River, esas tercas cabecitas de área que parecían más confundidas que un pez en una pecera de dos pisos, ahora empiezan a entender las florecillas del fútbol, y a empujar la pelota cual carretilla bien aceitada. Pudimos ver cómo Sebastián Driussi resurgía como el Ave Fénix en versión Riverplatense, corriendo con la energía de un niño que acaba de tomar 5 botellitas de gaseosa.

Así que ahí tenés: convicción y un buen chorro de paciencia fueron lo que llevó al “Muñeco” a convertir el lío en lío menos. Y mientras tanto, en Núñez, la hinchada brinda por esa paciencia del Muñeco que, ¡ay!, si la tuviera el embotellamiento de la General Paz. Porque en este 2025, la verdad, la única nube que queda es la de emojis festejando los goles del Millo.