La increíble saga de la promesa que no fue…

Había una vez un joven chileno llamado Gonzalo Tapia, que abandonó su tierra pensando que traería más magia a River que un truco de magia de David Copperfield. Pero oh, sorpresa, el joystick de su aventura futbolera se quedó sin pilas y se convirtió en un personaje de fondo en el videojuego de Gallardo. Mientras los fans usaban sobrero de aluminio intentando captar videos de sus habilidades ocultas, Tapia se coló sigilosamente por detrás del gran Enzo Pérez, tan desapercibido como un ninja en el día de suerte de un guardia de seguridad dormilón.

Allá por las vacaciones de enero, cuando los argentinos desentumían los huesos al calor del verano, Tapia parecía ser una oportunidad de oro para los amistosos. Sus escapadas en los metros finales eran tan prometedoras como la promesa de asado libre en casa de tu tío. Sin embargo, irónicamente, a la hora de demostrar en partidos oficiales, Gonzalo pasó desapercibido como un capuccino en la era del mate. Sus estadísticas eran tan escurridizas como los penales de tu equipo en el FIFA.

A pesar de su contrato hasta 2028, el Muñeco Gallardo parece haberlo envuelto en papel de regalo olvidado debajo del árbol de Navidad. Con más expectativas que un niño esperando a Papá Noel, Tapia ahora busca un milagro que lo saque de esta pantalla de inicio infinita. Sus agentes están más activos que un DJ en una fiesta tech, intentando encontrarle ofertas mientras River busca recuperar los dólares invertidos en esa casilla de sueños rotos. Y así, la historia de Tapia nos recuerda que lo imposible siempre puede pasar… incluso en el fútbol.