El retorno del Mellizo al Monumental: ¡conmoción en el gallinero!…

Resulta que el tiempo ha jugado a las escondidas durante seis años y cinco meses, travieso como conejo en zanjas de potrero. Y de repente, ¡zas! Se arma la fiesta del morbo cuando el Monumental de River abre sus puertas para recibir al Mellizo Guillermo Barros Schelotto. Se viene el gran reencuentro, como si los planetas se alinearan para revivir el melodrama de la final de Madrid. Algunos dicen que es el karma el que le acompaña, como si el Mellizo llevase una capa dorada de villano de Marvel: 2.338 días arrastrando la celeste de la amargura.

El glamuroso protagonista llega como técnico de Vélez, escoltado no por un ejército como Napoleón, pero sí por lo menos por los 85.018 espectadores sedientos de recordar la pista de lagartos en la que perdió aquella final. Cuando este se presenta, los hinchas lo recibirán como si estuvieran en una final de ‘Who Will Outlast the Boo’. Se auguran bocinas ensordecedoras más fuertes que las corneteras del 2005 y cánticos alegóricos al mejor estilo de carnaval carioca.

Guillermo, un veterano de las mil y un batallas, ha pasado del Galaxy a cowboys paraguayos y ahora a tierras de Vélez, cual cowboy de película de domingo. Por si fuera poco, el Mellizo viene con el estigma de ser reclamado por alguno que otro hincha xeneize que siente que por lo menos su sufrimiento valía medio litro de bencina a precio de 2018. Así que, mientras algunos hinchas afilan sus gallineros, el resto se pregunta si el Monumental lo recibirá con abrazos de cuñado o con silbidos orquestados por un director con ocarina. En fin, ¡las vueltas del fútbol son como los chistes malos de un tío alegre en Navidad!