El regreso del hijo pródigo a River Plate…
En una jugada más retorcida que un tiburón a rayas, Juanfer Quintero entrenó por cuarto día consecutivo en Medellín, su hogar natal, antes de embarcarse en una odisea que lo llevará nuevamente al Monumental, ese lugar lleno de sueño y confeti. Con la convicción de un detective en película de acción, se prepara para enfrentar tanto la Copa Libertadores como para preparar el Mundial en un gimnasio que parece más un teatro romano, armando bíceps y flexionando ímpetu bajo la mirada de Julio César Murillo, su entrenador y experto en coreografías de gladiadores.
Pero el acto heroico no termina ahí. El hombre de la zurda mágica está por destrabar una novela más larga que los comerciales de medianoche. Como protagonista de un drama televisivo, Juanfer espera que su contrato con América se finiquite sonriente como un Tiburón que sale de luna de miel. ¿Héroe de Madrid firmando un contrato hasta 2028 y dejando obsoleta la palabra temporal? Así es; porque cuando Gallardo llama, es más fuerte que cualquier llamada a cobrar.
Y aunque ya tiene casa en Argentina, terrenos en Mendoza para sus futuros vinos y un pacto de caballeros que echaría a correr hasta las palomas mensajeras, el retorno del colombiano es como un tango: lleno de doce acordes, pasión inconmensurable y hinchas que esperan más susurrando “uuuufff” que cuando ven el asado listo en el parrilero. Todo mientras el plantel gestiona huecos como si fuesen malabares en un circo. Bueno, casi como la vida misma.