La joya de River y su loca despedida en Ezeiza…

Imaginá a Mastantuono, con una sonrisa que podría iluminar el Estadio Monumental, a punto de abordar el avión como quien se sube al bondi de la esquina. Con sus valijas llenas de sueños y su campera nueva que brilla más que nunca, se dirige al último baile con River. Por supuesto, con la cláusula de rescate activada ¡más cara que una trilogía de James Bond! con el Real Madrid, el pibe está tan feliz que hasta le sonríe a los balones desinflados del aeropuerto.

Al llegar a Ezeiza, multitudes vitorean como si Mastantuono fuera un superhéroe saliendo de una película de Marvel. Con guirnaldas de papel higiénico en las manos, los hinchas bailan un pericón criollo improvisado. En medio de la locura, el joven crack sigue siendo el mismo pibe de barrio que conocimos; repartiendo sonrisas, autógrafos y un “sí, siempre” a ESPN, como si lo único que le importara del Mundial de Clubes fuera no perder el mate y las galletitas.

Y ahí va River, con todo el plantel subido al avión hacia Seattle, llevando también la esperanza de mil hinchas en el bolsillo de cada jugador. Con Mastantuono como líder del club y medio equipo vestido de rojo y blanco como mulas, se prepara para enfrentar a titanes del fútbol como Inter, Monterrey y Urawa Red Diamonds, mientras Marcelo Carroll trata de fotografiar cada instante antes de su inminente partida al glamour madrileño donde le esperan más eurocubiertas que en una saga de películas de suspenso.