El correntino ya tiene GPS en modo River Plate…

En un giro digno de una novela de ciencia ficción futbolera, Maxi Salas cambió la brújula de Avellaneda por Ezeiza más rápido de lo que Messi esquiva a un defensor. El pasado 9 de julio, mientras algunos se atragantaban de locro y empanadas, él se encontraba zambullido en el River Camp. Conoció a Gallardo, el encantador de delanteros, y a su pandilla de balones de calidad, pero todavía no pudo sacarse una selfie con la camiseta en el pecho.

Armado hasta los dientes con una lapicera que chorrea tinta, y con un contrato digno de un guion de película, Salas espera ansioso como niño en Nochebuena para firmar su destino en Núñez. Mientras tanto, ya recorrió el predio de Ezeiza como si fuera una excursión escolar, bendito por esos ensayos del Muñeco que lo convencieron como una oferta de 2×1 en la feria: irresistible. Con un cierre de suspenso, es inminente su paso a las oficinas del Monumental para posar al lado de Jorge Brito y del documento todo sonrisas.

El debut del correntino podría tener lugar este jueves, ¡sí, tan rápido como una pizza en horno a leña! Aunque todavía bajo un peculiar fuego cruzado burocrático, Salas afila los botines y entrena en su rol de extremo izquierdo como un colibrí listo para el ataque. Su papel estelar podría llegar cuando River enfrente a Platense en un Clausura que promete más vueltas que un campeonato de danza. Al menos Gustavo Costas, por poco lo sube al tren sin boleto, como primer violinista en su sinfonía de Copa Argentina. ¡La saga de Salas ya está en marcha!