El hombre orquesta del fútbol uruguayo…
Imaginemos a Camilo Mayada montado en un alocadísimo corcel que no conoce el GPS y en lugar de seguir la brújula, lo hace guiado por el olfato del alma futbolera. Sí, señores, porque este talentoso jugador emprendió un viaje al pasado para regresar a Danubio, el club que lo vio nacer. Es como si Superman volviera a Smallville después de una exitosa carrera salvando metrópolis. Danubio le dijo ‘te estábamos esperando, querido hijo pródigo’ y Mayada le respondió: ‘Aquí estoy, con más energía que una pila de conejo publicitario’.
En Peñarol, Mayada se metió en la piel de un camaleón, adaptándose a todas las posiciones del equipo. Fue igual de versátil que un control remoto universal. Sin embargo, esta vez decidió dejar el aurinegro, como diciendo “he cumplido mi misión, es hora de volver a mis raíces”. Durante su paso por el Carbonero, ganó tantos trofeos que si los pusiera todos en su casa, podría improvisar una estantería de lujo para las especias. Y justo en Danubio ya lo esperaban con banderas de bienvenida y una torta con velitas para celebrar su retorno.
Desde su paso por River Plate, Mayada ha demostrado ser el sherpa argentino-uruguayo de las Libertadores, ayudando al equipo a trepar por los escarpados cerros del fútbol sudamericano. Sumando minutos como si coleccionara pegotines de figuritas, ha escrito una epopeya convertida en goles y asistencias. River puede haber gastado dos millones de dólares en el, pero Mayada ha devuelto cada centavo con sus hazañas en la cancha. No por nada, cuando el viento silba en la Monumental, todavía se escucha en el aire “¡Oh, Mayada!”.