Nicolás Ramírez y el superclásico del caos…

Ramírez, el árbitro que hace más malabares que un contorsionista en plena avenida, vuelve a ser el protagonista de un superclásico que promete más tensión que una cuerda de guitarra desafinada. Con un pie en la cancha y otro en una obra social, este domingo el juez de González Catán intentará no solo impartir justicia, sino también evitar un colapso de infartos entre los hinchas de River y Boca.

La última vez que Ramírez fue al Monumental, salió con un saldo para el Millonario más negativo que un celador en un examen sorpresa. Con cinco derrotas, tres victorias y dos empates, los hinchas de River ya le tienen terror a su silbato, como si fuera el mismísimo flautista que lleva las ratas al mar. Mientras tanto, los de Boca esperan que no ocurra otro triple toque acrobático de pie-cara-mano como el de Giménez del año pasado.

Ramírez, un árbitro que en sus ratos libres también dirige el tráfico de ovejas en la Patagonia, pasará a la historia como el hombre que frenó un gol con más vueltas que una calesita. Y mientras el VAR decide si usa lupa o telescopio para calibrar los detalles este domingo, el pobre Ramírez solo sueña con que el partido termine sin necesidad de llamar al show del Superclásico Ambulancias. Tic, tac… la cuenta atrás hacia el partido de los nervios ya ha comenzado.