Árbitros disfrazados de equilibristas…

En el teatro glamuroso llamado “Estadio Monumental”, nuestro célebre crítico de arbitraje, Fernando Rapallini, se plantó en la platea con lentes de juez y una libretita digna de Verónica Castro en una telenovela ochentera. Miraba el River-Platense como si fuera el final de una novela turca, pero en lugar de llorar, solo sacudía la cabeza con la intensidad de un DJ enojado. “¡Qué es este caos!”, espetó al aire, mientras el árbitro Yael Falcón Pérez transformaba el campo de juego en una pista de circo con pirueta e indomables leones metafóricos.

Rapallini contó el chismerío más jugoso: “Falcón Pérez perdió el control y yo, en mi nuevo rol de Gerente Técnico de Arbitraje, vine a meter un poco de orden. Ese River con Platense terminó siendo una batalla de La Guerra de las Galaxias, pero sin sables láser”. Nada podía ser más desopilante que el malabarismo del arbitraje y sus decisiones locas, que incluyeron la plancha de Acuña que Rapallini catalogó como “tarjeta roja directa”, pero que fue ignorada tanto por el VAR como por el propio árbitro al que casi se le voló la peluca de tanto tensionar los nervios.

Como si fuera un golpe maestro digno de la hinchada tucumana, en la jugada del lateral mágico que desató más polémica que las aventuras de la casa de papel, el asistente y el cuarto árbitro hicieron honor al humor argentino con su inacción legendaria. Así, todo el espectáculo fue como una coreografía desajustada que ni el pobre Yamil Bonfá supo en qué ritmo bailar. Al final, Fernando, nuestro maestro de ceremonia, miró al horizonte y sentenció, “Esperemos que Falcón por lo menos tenga una muda limpia para el Mundial de Clubes”. ¡Así que agarrate, Mundo, porque a los árbitros argentinos les espera una gira mundial digna de una estrella de rock!