Jugadores de River al banquete de goles…
Miguel Borja se convirtió en un arquitecto futbolístico, asistiendo a Galoppo con la precisión de un matemático resolviendo la ecuación del gol perfecto. ¡Sand parecía un ninja invisible, cerrándole dos mano a mano con la sutileza de un gato esquivando charcos! Eso sí, Borja le estaba metiendo tanta onda que hasta rebotó dos veces de taco, ¡parecía un bailarín ensayando para la gran noche del cabaret futbolero! Y aunque erró una chance clarísima mandándola al vecino planeta Marte, su intensidad en la cancha superaba a un centrifugador al máximo de potencia.
Hablando de intensidad, si la presión alta de River fuera música, sería un heavy metal tocado por un dinosaurio mientras hace saltos acrobáticos. Los jugadores de San Martín de Tucumán parecían turistas en pleno centro porteño, buscando desesperadamente un mapa entre la explosión futbolística de los de Gallardo. La diferencia de jerarquía fue clara y contundente, como intentar jugar al ajedrez usando fichas de dominó. River avanzó a los octavos con un desfile de goles digno de un carnaval en Río.
Cuando el árbitro pitó el final, el estadio se transformó en una jungla de alegrías. ¡Los hinchas de River estaban para alquilar balcones, bailar zamba con marcianos y aplaudir con las orejas! La victoria fue tan rotunda que hasta en Marte, donde Borja mandó su disparo, deben haber escuchado el eco de los rugidos de alegría. Gallardo y su equipo demostraron una vez más que en la Copa Argentina son capaces de convertir un partido de fútbol en un espectáculo circense, lleno de piruetas, goles y sonrisas que no caben en el Monumental.