River busca respirar y no resoplar en Quito…

¡Ahí va River! A enfrentar la temible altura de Quito, donde cada chut es como pegarle a una pelota de plomo. En pleno hábitat de cóndores y ecuatorianos corriendo como si el oxígeno sobrara, los millonarios buscan su primer triunfo en tierras donde el GPS se marea de tanta altura, y el sol parece estar más cerca que tu propia sombra. Afrontan un verdadero Everest futbolero: si ganan, se calzan el súper traje y llegan al superclásico más inflados que un pecho de paloma. Pero si pierden, bueno, el margen de error tiene menos espacio que una mochila en cuarentena.

El ocaso del partido anterior casi lo deja al Muñeco Gallardo hablando con las montañas. Es que en Quito, saldo de tres partidos perdidos (y ni un gol ni de penal). ¡Esto es un mensaje de terror para los millonarios! Así que esta vez apuestan por la estrategia logística más ingeniosa desde que MacGyver se armó un coche con una goma de mascar y un clip. Duermen en Guayaquil y llegan al estadio corriendo como si sus pies fueran helicópteros. Todo por evitar el soroche con altura y noquear al rival.

Con la intensidad de una telenovela, aparece la joven promesa Mastantuono listo para desafiar las alturas tan temido como un Batman con botines. En la cancha, River intenta hacer su propia película de acción con Enzo Pérez descansando en casa, no sea cosa que el aire se confunda con su gel y le quiebre el peinado. Todo esto mientras se preparan para el súper de todos los clásicos contra Boca, el partido que no perdona ni al más valiente y donde cada jugador aparece con una capa invisible arrancada del mismísimo estadio Monumental.