Heroico empate con picante sabor argentino…

Parecía que los jugadores de River habían olvidado las llaves de su habitación en la altura de Quito. Los primeros 30 minutos fueron una obra de teatro del tipo “¡se buscan piernas frescas!”. El equipo de Gallardo, más perdido que monja en un recital de heavy metal, miraba cómo el 0-2 se hacía realidad en la cartilla como receta médica mal escrita.

Pero, dicen que los genios llegan cuando uno ya perdió toda esperanza. ¡Y así lo hizo Lanzini! Con un toque mágico, o más bien “más seco que pan de ayer”, le devolvió la vida al partido en el minuto decisivo. Un pase entre líneas que Dan Brown envidiaría y una calma antológica al lado de Galoppo, que decidió romper la red como si no hubiese mañana.

Los hinchas, sobre el filo de sus asientos, se mordían las uñas como si fueran de chocolate mientras Villar interceptaba lo que pudo ser el 3-2 del guionista Lanzini. Así, River se fue con un empate, como quien regresa de un almuerzo familiar con más hambre que antes, pero con el orgullo intacto y el corazón a mil por hora. ¡Épico, señores!