El zaguero cojo que insisten en llevar…
En el fabuloso país de las oportunidades imposibles llamado Riverlandia, el mago Gallardo desenfunda su varita y decide que nada mejor para una sinovitis que una pizca de recuperación, un toque de magia y un buen par de muletas invisibles para que Paulo Díaz lidere la defensa contra los samuráis del balón del Urawa Reds. Parece ser que el Muñeco ha negociado un pack especial de milagros extra con sus proveedores de lo absurdo.
Pero no es cualquier misión. Díaz, cual guerrero diciendo “¡Aquí estoy, con mi rodillera de adamantium!”, sigue un plan de entrenamiento que parece diseñado por un ilusionista. Entre sesiones de masaje que podrían confundir a un gato persa y ejercicios de fortalecimiento que lo llevan al éxtasis de la rehabilitación, el defensor sueña con volver al campo, ya no como jugador, sino como una leyenda de las tiritas y las infiltraciones.
Mientras tanto, detrás de este espectacular acto de regreso, otros jugadores de River hacen fila en la enfermería cual fortaleza de paciencia. Allí suenan las melodías del pop de las vendas elásticas y coreografían una danza de rehabilitación donde Montiel y compañía están a punto de recibir su varita de alta médica. ¡Un circo donde hasta el dolor de huesos se va para agarrar palomitas de maíz! ¿Llegará el defensor chileno a tiempo, o planean llevarlo en el carrito de las lesiones? La respuesta se acerca más veloz que un boomerang mal lanzado.