Un Monumental lleno de estrellas y ovaciones…

En una tarde que podría hacerle competencia incluso a las telenovelas más dramáticas, el Monumental se convirtió en un animado teatro de patadas de recuerdos y gambetas memorables. El Beto Alonso, con más historia encima que un libro de texto, hizo de las suyas desde el inicio, abriendo el telón para un espectáculo que haría llorar hasta a las estatuas. Porque claro, una ovación de los cuatro rumbos del estadio no se consigue todos los días, a menos que seas el Beto, obvio.

El show comenzó con un error de Jesús Angoy que le envió el balón directo a Chori Domínguez como si estuviera entregando una pizza caliente. Chori no dudó y metió un golazo de volea que podría haber pasado el control de calidad de Zidane. Entre gambetas del Burrito Ortega, lujos de Juampi Sorín y potentes remates que Cavenaghi le robó a un videojuego, River terminó el primer acto con un 1 a 0 bien puesto.

Ya en el segundo capítulo, Sorín, convertido en un personaje digno de una epopeya, cambió de camiseta como si fuera un mago mágico de las metamorfosis. Entre más ovaciones que un político honesto, la multitud saludó a Ortega, quien clavó un penal que subió el marcador a 2 a 0 y a Trapito, que se fue del campo más aplaudido que un final de película triunfal. Con el cocodrilo del drama navegando por el césped y las leyendas dejando marcadores en la nostalgia, River celebró en grande y volvió a sus casas rodeado de sonrisas épicas en las gradas del Monumental, un estadio que por un rato fue el centro del universo futbolero y del humor.