Gallardo pide disculpas más rápidas que un corner corto…
Los chicos de River pudieron haber sacado un boleto directo a la final del Mundial de Clubes, pero terminaron en un tour por las tierras del Inter con la tristeza de un tango en el aire. Gallardo, el maestro de orquesta, miraba a la marea roja y blanca; no le quedó otra que ofrecer disculpas como si intentara apagar un incendio con un vaso de agua. “Jugamos sin medirnos, porque medir es de matemáticos”, dijo, mientras su mirada perdida lo transportaba a un asado en Núñez.
Y ahí estaban los hinchas, esos guerreros sin armadura que atravesaron oceanos, tormentas y aeropuertos con más escalas que una escalera mecánica, solo para ver jugar a su querido River. ¡11 mil kilómetros con termómetro en mano gritando goles imaginarios! Una postal hermosa que quedará en el libro Guinness del aguante futbolero.
El equipo no logró desternillar al Monterrey, que puso a Andrada en modo muralla china. Ahora, el mundo espera ansioso el regreso a casa, aunque en la despedida más triste desde el final de Friends, el noble plantel busca consuelo, tal como lo hace un perro cuando entierra su hueso favorito. Sin dudas, River y su hinchada, juntos hasta el último grito.