River se lava las manos: ¡No somos nosotros!…

Parece que el mismísimo Homero Simpson se metió en el universo futbolero, porque la batalla entre Racing y River tiene más curvas que un capítulo de sus locuras. Diego Milito apareció cual mago de pelo en pecho, pronunciando hechizos de decepción contra River, cual duelo de magos de bastón y pelota. ¡Plim, plam, hasta el último truco no se sabrá quién gana!

En los pasillos del Monumental, los directivos de River sonrieron como gatos con bigotes de leche, negando haber prometido nada y culpando a las cláusulas mágicas del contrato de Maxi Salas, que se activaron como si fueran el trío de las Marías en un Boca-River fabricado para la televisión. ¡Que quede claro, señores, que si Salas salió volando no fue por un soplido de dragón sino por el contrato de papel!

Y si a todo esto le sumamos que el propio Milito lanzó jugadas más inesperadas que un arquero haciendo goles de chilena, buscando 15 millones como si fueran 15 botellas de agua en el desierto, es que tenemos el culebrón argentino número uno, tan jugoso como el mate al atardecer. Mientras tanto, Quintero, el que se pasea más que Messi entre equipos, también anda en esta novela, pero con cláusulas anti-River como si fuera un hechizo de Harry Potter.