El ataque alocado de River en el Mundial de Clubes…
River Plate, el equipo que se recuesta en el diván más que el mismísimo Sigmund Freud, ¡ha vuelto a las andadas! Parece que en el Monumental reparten las mismas galletitas que en la pastelería del Pato Donald porque los Millonarios cierran el semestre como si fueran un dibujo animado. Otro autogol por aquí, un berrinche defensivo por allá y la misma crisis de identidad de siempre los hace pedir cita urgente al terapeuta.
Don Marcelo Gallardo, el encantador de pelotas, sueña con convertir a sus muchachos en la banda de rock del Mundial de Clubes. En solo tres semanas, busca transformar el canto desafinado en la sinfonía más estruendosa que América Latina haya oído. ¡Olviden los errores! Los goles deben fluir como el asado en un domingo familiar argentino. ¡Ay, River, siempre aguas turbias, como bañarse en el Riachuelo!
El River de este año, tan confiable como un paraguas chino en pleno sudestada, espera que sus centrales puedan contener a delanteros más feroces que un león en huelga de hambre. Mientras Pezzella, Martínez Quarta y Díaz se preguntan si deben traer escudo o espada a la cancha, Gallardo sopesa si enviar al equipo a descansar o directamente al casting de sobrevivientes al Titanic.