El Maracaná, escenario de una epopeya santiagueña…
En una noche donde las estrellas del Maracaná usaron gorras para tapar la vergüenza, Central Córdoba prendió una calesita y bailó al Flamengo con un 2 a 1 inolvidable. El héroe de la jornada fue Lautaro Rivero, un coloso de 1.85 metros que despejó pelotas como si estuviera jugando al Tetris. Este muchachito, cedido por River, dejó su marca en Brasil al punto que en vez de agua, los brasileños empezaron a beber mate para calmar la tristeza.
Rivero, un defensor que comenzó como un volante y terminó como una muralla, fue una pesadilla para los delanteros de Flamengo. Con la misma determinación con que nos comemos una milanesa con papas, Lautaro bloqueó hasta el viento. Fans del Ferroviario están convencidos de que el joven tiene imán en los botines, ya que recuperó más pelotas que la gente en el bingo del barrio.
La historia de Rivero es el típico cuento del pibe que quería ser goleador y terminó siendo el que evita los goles. A ritmo de cuarteto, se convirtió en la estrella de la defensa de Central Córdoba. Aunque sueña con volver a River, su presente en el club santiagueño parece tan prometedor, que cualquiera diría que encontró su propio Monumental en las tierras del folclore.