Un salmón con camiseta de Platense…
¡Paren las rotativas! Vicente Taborda, el rentador de sueños boquenses, bajó de la estratósfera para sembrar terror en el Monumental. A los 28 minutos, entre tanto fervor y batahola, el jugador, una especie de Batistuta caribeño, hizo un gol que le dolió más a River que una patada en la espinilla. Por supuesto, el Calamar aplaudió como un pulpo con maracas en sus tentáculos. Todo gracias a que el bueno de Taborda, que todavía recibe cartas de amor de Boca, aprovechó una defensa de River que parecía de manteca vegetal.
El gol fue una obra de arte que ni el mismísimo Da Vinci habría pintado: un zigzag digno de eslalon olímpico, gracias a la indecisión de los defensores millonarios. Vicente, más rápido que Speedy González, corrió hacia el arco y pateó con tanta precisión que debió haber desconcertado hasta las redes. Para Taborda, el gol fue como encontrar alfajores en un partido de póker, ya que nunca había podido sacudir las redes de River en sus cuatro enfrentamientos previos. Este fue su momento Rocky Balboa frente a Apollo Creed: una victoria personal.
El eco del gol retumbó en el Monumental como la música fuerte en una fiesta de barrio. Taborda celebró como un héroe de novela, y aunque es un Xeneize de sangre, esa noche fue el rey calamar. Mientras tanto, los hinchas de River masticaban sus uñas más que un conejo nervioso, al tiempo que soñaban con que esto solo haya sido un mal día en la oficina. ¿Podrá el CARP remontar semejante sacudón? ¡Solo el tiempo lo dirá!