El Monumental, ¡invadido por el mambo peruano!…

Amigos del fútbol, prepárense para esta gesta digna de una epopeya futbolera narrada por Macondo y su gente. Resulta que Universitario llegó al Monumental como quien va a la esquina a comprar pan y regresó a Lima con un empate que ni ellos se la creen. Las medias se les caían de la emoción y hasta el Monumental quedó boquiabierto, como perro a la luna. Los peruanos no empataban en octavos de final desde las épocas en que los dinosaurios jugaban de nueve.

El Universitario, después del gol que Facundo Colidio les encajó, probablemente con la fuerza de Hulk con superpoder, no hicieron otra cosa que transformar la cancha del Monumental en una pista de baile. Jairo Concha, con un lanzamiento que desafió la gravedad más que el cohete de Elon Musk, metió el gol de empate, y los argentinos se preguntaban si eso no era un holograma. La hazaña fue titulada como histórica, épica y casi de novela por la prensa peruana que no encuentra suficientes hipérboles para expresar su sorpresa.

Allí en medio de la fiesta, los jugadores vestidos cual pastelitos de coco, bailaron una marinera con ritmo improvisado. El estadio de River no volvió a ser el mismo después de haber sentido el paso peruano; las papas estaban quemando y no era un asado. Entre festejos y locura, los limeños le enseñaron a River cómo llevar el ritmo. ¡Llamen a la NASA, que lo de anoche fue un fenómeno interplanetario!