La odisea de un River que vive en el empate…

En el Monumental, las cosas andan que es un espectáculo digno de un circo en Marte. Resulta que el glorioso equipo del Muñeco Gallardo, armado con más de 53 millones de billetes (de Monopoly, claro), no levanta cabeza. El pobre Enzo P., sobre utilizado como el único ventilador de un quincho en febrero, queda con la lengua afuera ante la falta de opciones frescas. Y ni hablemos del episodio “Berman”: es más complejo de desenmarañar que un pulpo jugando al Jenga.

La cosa es que durante los partidos, el Monumental se convierte en una ópera de silbidos que ni Ennio Morricone podría mejorar. Los hinchas, apasionados como siempre, se terminan peleando frente a las cámaras. Todo por un River que empata más seguido que el papal del Vaticano. No somos Disneylandia, pero tampoco el cruce de tres maremotos en alta mar. Claro, el hincha se malacostumbró a festejos coperos gracias al genio del Muñeco.

Y sin embargo, en este 2025, Gallardo vive de lo que consiguió, de las semis de Libertadores y triunfos a Boca que hacen que los hinchas cantemos más fuerte que Freddie Mercury en un karaoke. Si hay un tipo que tiene el pase libre para llevar la Ferrari a 10 km/h, ese es Gallardo. Los clubes sobreviven a los nombres, pero ¿qué sería de River sin “el Muñe” al mando? Es como preguntar qué sería de Maradona sin su zurda: un enigma insondable.